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domingo, 19 de diciembre de 2010

LA SEXUALIDAD EN LA MUJER


La sexualidad es una dimensión hu­mana que abraza y engloba todo cuanto somos. Nuestra mente y nuestro cuerpo son sexuados. En nuestro cuerpo es donde la sexualidad se asienta y se apoya mas claramente, y por eso es importante que lo co­nozcamos bien, nos sintamos bien con él, y conozcamos sus posibilidades rea­les. El otro lugar donde se acomoda la sexualidad es la mente, que nos permite pensar, so­ñar, fantasear, aprender el cómo queremos vivir con nuestro cuerpo; este es el aspecto erótico de nuestra sexualidad.

En la sexualidad por lo tanto, intervienen el cuerpo, las emociones y/o sentimientos, los conocimientos que sobre ella tengamos y también -es muy importante tenerlo en cuenta-, interviene la sociedad (lo que nos dice donde vivimos sobre nuestra sexualidad nos influye  mucho).

La sexualidad nos enriquece como personas, ayudándonos a comunicarnos y a sentir afectos (deseo, atracción, amor, pasión..). No es algo estático, sino que es un proceso cambiante y activo que se va a ir manifestando de formas distintas a lo largo de nuestra vida.

La sexualidad, es además, una capacidad que nos ayuda a relacionarnos, buscar y vivir experiencias y sensaciones con otras personas.  Es un placer que nosotras queremos recibir y dar, una comunicación que puede ser una  diversión y un recreo para las personas que la viven, con pasión, ternura... El sexo puede llevarnos a niveles de afecto y conocimiento con alguien y puede ser una fuente e intercambio de energía. Tiene la cualidad  de relacionarnos con noso­tras mismas y las demás personas, y se caracteriza por la búsqueda del placer, la afectividad, la comunicación (y complementariamente de la reproducción, que  afortunadamente podemos controlar gracias a la cantidad de recursos de los que disponemos en la actualidad).

La sexualidad no es un apartado independiente y aislado de la vida de una persona. Los comportamientos, la forma de vivir y expresar las emociones, las posibilidades de que nuestro cuerpo sea más o menos estimulado, el modo de experimentar nuestras sensaciones, el modo en que una se ve a sí misma... están muy condicionados por el sexo con el que nacemos (tanto el “sexo biológico”, como  por “el sexo social” - por como ve la sociedad los papeles que “debe” de tener una persona según sea mujer u hombre-). Habitualmente la mujer ha estado bastante mas “castigada” socialmente a la hora de expresar su sexualidad, siendo calificada de manera muy negativa si realiza los mismos comportamientos que un hombre  (todas sabemos por ejemplo que si un hombre mantiene varias relaciones se le suele considerar un  “machote o don juan” mientras que una mujer suele ser calificada  de …. en fin, ya sabemos de qué).

Estamos continuamente recibiendo determinadas influencias específicas (mensajes con "modelos ideales" de relaciones sexuales, mitos y tabúes relacionados con el sexo, información errónea...) que nos afectan como personas y se reflejan en los valores, actitudes o conductas sexuales.  Estas influencias las hemos ido recibiendo por parte de la familia, la religión, la educación y los medios de comunicación. (Mensajes como “eso no se toca”, “no mires”, la obsesión por el cuerpo perfecto que nos transmiten los medios de comunicación... ). Esto dificulta el desarrollo de una sexualidad placentera, segura, comunicativa y propia de cada una y el tener actitudes ante la sexualidad, que permiten entenderla como una forma de relación y comunicación, así como una fuente de satisfacción y placer.

Habitualmente se considera y valora  como sexualidad "correcta”, “única” y “válida" la basada y centrada de forma exclusiva en lo genital, en la penetración, en el orgasmo simultáneo...excluyendo de la categoría de “sexuales” cualquier otro tipo de expresión de la misma que no sea el coito. Esto que provoca que a veces nos sintamos “extrañas” por no disfrutar del coito "como deberíamos" o por preferir y disfrutar con otros tipos de actividades, conductas o manifestaciones sexuales.

Además, el igualar la sexualidad y genitalidad provoca una visión de la sexualidad femenina como complementaria de la masculina, como si la sexualidad femenina no tuviera  una entidad propia, o un valor en sí misma, y en la que se ignora su papel protagonista y creativo en las relaciones (asignandonos un papel dependiente y pasivo).

Las mujeres estamos especialmente influenciadas por diferentes factores que plantean nuestra sexualidad como algo sucio, peligroso o vergonzoso, cuando no inmoral.... Estas influencias han hecho que en algunos casos no sea posible para la mujer tomar conciencia del propio cuerpo, aprender a apreciarlo, cuidarlo, y desarrollar y ser consciente de todos sus sentidos y posibilidades de expresión y vivencia sexual..

Sin embargo, la realidad es que tenemos la posibilidad de conocer otras alternativas, de cuestionar cómo vivimos en nuestra sociedad, cómo nos relacionamos con nosotras mismas, nuestro cuerpo, con quien nos rodea...cómo son los modelos por los cuales nos guiamos habitualmente y cómo podrían ser.  Tenemos la oportunidad de obtener información necesaria y precisa que favorezca la capacidad de ejercer una sexualidad más placentera y segura. Podemos empezar a ser  responsables de nuestra propia sexualidad y del modo en que escogemos vivirla y expresarla. Tenemos la posibilidad de modificar nuestras conductas sexuales -tanto presentes como futuras- aumentando nuestra capacidad de goce sexual, conociendo mejor nuestro cuerpo y cómo disfrutar de él: accediendo a una información fiable de nuestra sexualidad, que nos permita aprender a conocernos física, psíquica y eróticamente y a partir de la cual construir nuestra forma personal, única de entender y vivir la sexualidad.

Tenemos una oportunidad de explorar y valorar como vida sexual algunas experiencias que en algunos casos no se habían considerado como tales, tomar conciencia del propio cuerpo y del compañero o compañera, desarrollar los sentidos, la creatividad sexual, la imaginación, vivir la sexualidad segura como una muestra de responsabilidad personal... Tenemos una oportunidad de pensar sobre aspectos de nuestra vida que afectan a la sexualidad, de desplegar el potencial para el placer que poseemos (en definitiva, de vivir aquello de que el "el sexo es lo que una hace de él").

 Para ello es importante que empecemos a tomar conciencia del propio cuerpo, aprender a apreciarlo y desarrollar los sentidos. Descubriéndonos explorando nuestro cuerpo, dándonos permiso para conocernos, reflexionando sobre la participación de los sentidos en nuestras conductas sexuales. Cambiar la actitud ante la sexualidad, entendiéndola como una forma de relación y comunicación, fuente de satisfacción y placer. El modo de entender y vivir la sexualidad no es algo innato e inamovible sino que es modelado por diferentes influencias que pueden ser cambiadas.

Podemos cuestionar el modelo socialmente valorado como adecuado (sexualidad = genitalidad más penetración) y conocer diferentes manifestaciones y posibilidades sexuales existentes, planteándonos alternativas como la escalera del placer sexual que hace referencia a que el placer sexual puede ser sentido y experimentando a muchos niveles de intensidad diferentes, como peldaños de una escalera, y que cada uno de ellos puede ser valorado, vivido y gozado por lo que es y lo que ofrece, y no como un camino hacia un final-  señalando algunas conductas diferentes al coito que se calificarían como sexuales: caricias, abrazos, fantasías, masajes, relaciones bucales, placer físico general ... y eliminando por tanto  la noción de “juego preliminar” y considerar a todo hacer el amor.

 En resumen: No hay un modo “correcto” de respuesta sexual.  En el sexo cada una es protagonista y responsable de su propia sexualidad y del modo en que escoge expresarla.  Sólo tenemos que animarnos a encontrarlo… 

Mercedes García Piñeiro
Psicóloga-Sexóloga

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